miércoles, 27 de noviembre de 2013

Crónica de una visita al pasado en una esquina de Roca


A veces los lugares de nuestras propias ciudades nos son ajenos. Pasamos frente a ellos y somos inmunes a su presencia, permanecemos impermeables, inmutables ante las historias y las personas que se esconden en un rincón urbano…
El negocio ubicado en calles 9 de julio e Italia
 
E

ntrar en la Iberoamericana, Almacén de Ramos Generales, es una experiencia curiosa. Es como atravesar una puerta e imaginarse como fueron las cosas hace unos cuantos años atrás.

Es el olor en el aire, es la altura del techo, la madera de los cajones que esconden no se qué mercadería, la amabilidad de los empleados vestidos con su guardapolvos de grafa azul, sí, como el de la ENET...  ¿te acordás?

Es también ese teléfono negro que para quien lo ve todos los días es un aparato más y para quien llega es una reliquia, y es también, ese farol que cuelga solo sin tiempo, único sobreviviente de la época en que la luz eléctrica era solo un sueño.


La iberoamericana es todo eso, pero es también Casilda.
Casilda Leonor Angulo es la dueña del local y nos recibe con una gran amabilidad, y entramos en una charla que continuó con risas y con recuerdos, como si nos conociéramos de otro momento.
 “No me preguntes cuantos años tengo, preguntame cuantos ya no tengo” nos dice, y así empieza a contarnos su historia.


Pero el almacén de ramos generales tiene su propia historia, la que empezó a escribirse en el 14, cuando la guerra trajo a muchos a este país, entre ellos al padre de Casilda.  ¿Cuándo se fundó? ¿Cómo fueron los primeros años? ¿Por qué aún hoy sigue vigente?



Me quedé pensando, fotografiando y filmando cada cosa que veía, como si no tuviera ganas de salir, como si me costara volver al ruido de la ciudad y los problemas actuales. Me fui mirando el piso y recordando la frase de Casilda: “las baldosas que estas pisando son las baldosas que están puestas desde 1921”.

Cómo no pensar las ilusiones que habrá tenido el padre de Casilda cuando pisó esas baldosas por primera vez, o la preocupación de esos chacareros que llegaban a pedir "anotado" hasta que llegue la cosecha. Cómo no pensar cuantos recuerdos pasarán por la cabeza de esta mujer cuando se queda con su mirada perdida en el piso.

Antes de cruzar la calle giré una vez más y me quedé con esa imagen “del adentro”, con esa puerta que es la entrada a un almacén que trasciende la cronología propia del tiempo.

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